sábado, 5 de mayo de 2012

Habitación 311: Hombres-lavadora


En aquellos años, aquellos en los que creía ser un adulto y no era más que un proyecto,  solía sonreír. Tenía esa extraña percepción  de cambio, de posibilidad, de camino abierto y con la sensación, como cuando se tiene la palabra en la punta de la lengua y nunca llega, de que la solución de todo la tenía delante de mis narices y aún así era incapaz de verla. Eso era suficiente para dibujar en mis labios la más inocente de las sonrisas. La vieja escuela ha muerto.  Valores como la Democracia, la Justicia o el Bien ha ido perdiendo su vestido rojo, para dejar al descubierto un saco de huesos amarillentos. La vieja guardia está en la calle, dormitando bajo el Wall Street Journal. Todo tiene un límite. A un caballo se le azota para que corra, pero hay veces, algunas veces, en las que la falta de aliento hace caer al equino y muere de agotamiento con espuma en la boca y los ojos desorbitados. En este caso, el cuadrúpedo no es otro que la agotada humanidad de los actos que nos rodean.

A veces nos preguntamos quiénes somos y quienes queremos ser, pero creo que la pregunta correcta sería: ¿Qué somos y en qué nos estamos convirtiendo? Anulando la humanidad de nuestros actos,  ¿qué nos diferencia de un estricto programa informático o una simple lavadora barata? Amamos, vale, una lavadora no ama, pero amamos como nos dicen, vivimos como nos dicen, opinamos como nos dicen que opinemos, en definitiva, cumplimos los mandatos de los dueños de la máquina, tal y como hace un simple electrodoméstico.  Abre los ojos, no somos más que eso.

Todos, absolutamente todos somos testigos y cómplices del abandono. Todos somos cómplices del usurero abusador que lleva de la mano a nuestra ciega voluntad para satisfacer sus deseos más tétricos impunemente. Desde ese momento, desde ese preciso instante nos convertimos en escoria, en excrementos de lo que fuimos, en deshumanizados, en muertos vivientes, en seres que reniegan de su voluntad a cambio de unas monedas (y dicen que Judas era el traidor) y que, carentes de toda decisión, acatan cuanto les imponen sus amos, sí, sus amos, ya que no somos más que mercancía, maquinaria con el mismo valor que una caja registradora o un interruptor de la luz, que se apaga cuando no se necesita o se reemplaza cuando no funciona según nuestro antojo.  ¿Aún no te has dado cuenta?
Vivimos tiempos difíciles, sí, pero no me refiero a la selectiva y darwiniana economía, ni a la nauseabunda crisis de la que nos han infectado los mayores deshumanizados de nuestro tiempo. Parece mentira, pero seguimos abriendo las manos y cerrando los ojos justo antes de oír como cae sobre nuestras palmas la regla del profesor que nos maltrata cuando cuestionamos la lección que nos ha impartido. Dogma de Fe.

¿Cuánta humanidad nos queda dentro? ¿Qué hay del romanticismo en nuestros actos? ¿Qué hay de nuestra decisión? ¿Qué hay de decir NO a pesar de que lo conveniente sea bajar la cabeza y seguir corriendo bajo los azotes del jinete? ¿Qué hay del romanticismo en nuestros actos?  ¿Qué hay de luchar contra la injusticia y de plantarle cara cuando creemos que debemos hacerlo? ¿Qué hay de decir BASTA antes de que nos sorprenda la noticia de que la tan temida muerte nos llegó hace mucho, sin que apenas nos diéramos cuenta y aún así hemos estado décadas funcionando? ¡Estamos muertos! ¿Qué hay de vivir? ¡Estamos muertos! ¿Qué hay de vivir? ¡Estamos muertos! ¿Qué hay de dar el definitivo golpe en la mesa y gritarles a la cara: ¡¡He sido un muerto y quiero dejar de serlo!!!?

Quisiera sonreír algún día, tal y como lo hacía entonces.  Mientras tanto, seguiré escuchando a Dylan y a Cohen, seguiré leyendo a Carver y a Poe, viendo a Brando, a Newman y a Bogart e intentando trasladar sus enseñanzas al resto de mi vida.

2 comentarios:

000latani000 dijo...

Siempre nos quedará el cobijo en nuestra memoria del pasado , del "cualquier tiempo pasado fue mejor". Malos momentos nos tocan en la actualidad...
Un beso!

Santiago dijo...

esa lavadora la tenía en mi casa hace muchos años, ahora no creo encontrar en los hoteles la boca o en otros que me hospede, es bueno como se va modernizando todo pero al ver cosas como estas traen lindos recuerdos